Lo bonito del pasado.

A menudo engrandecemos nuestro pasado para enorgullecernos. Nos gusta pensar que alguna vez fuimos héroes.

Yo fui el mejor de mi equipo de baloncesto, llegué a la selección de Córdoba municipal y pude haber llegado lejos sino hubiera sido por las lesiones.

Eso está escrito en mi cabeza.

Lo cierto es que jugué en mi colegio un par de años y otros cuatro en el instituto. Es cierto, era “capitán” de un equipo en el que era difícil que nos juntáramos ocho en los partidos. Era
bueno pero en la liga mala. Me querían fichar mejores equipos pero entrenar siete horas a la semana no era lo mio.

Eso tiene más de realidad.

Y lo mismo podéis decir de vuestras historias. Debajo de cada piedra aparece un messi futbolista. O un Spielberg que ha hecho un corto. O el mejor cámara/periodista/crítico/todoloquesepuedaymás por haber “trabajado” (de voluntario) para un festival.

Nos gusta llegar al éxito.

Cuando empecé a mis dieciséis añitos a interesarme por la fotografía era una auténtica esponja. Me tiré tardes enteras con mi padre hasta entender cómo funcionaba una cámara.

En cuestión de un año ya había avanzado muchísimo y en dos ya le estaba dando lecciones a mi padre. Estaba actualizado en todo, incluso gente mucho más mayor que yo me pedía consejo y material. Era “el de las fotos” hasta tal punto que alguno se descargaba las fotografías de Tuenti para ponerla de fondo de pantalla (verídico).

¿Y ahora que hacemos con los piropos?

Consecuencia, me lo creí. Pensé que realmente era bueno. Cuando no. Repito, no era (ni soy) bueno. 

Entré en la carrera, me desmotivé y estuve un año sin tocar una cámara. Repito, ¿y ahora qué?. Seguía sabiendo, pero no tanto como me pensaba. Y cada conversación con otro fotógrafo me echaba más abajo. Hasta que lo comprendí.

No ser bueno es lo mejor que te puede pasar.

Me cuesta decírmelo por eso me lo dejo escrito: No soy bueno (ni lo fui, en nada). Es la clave para superarnos, la necesidad de tener que aprender más. Ojo, necesidad. No es una palabra fácil de llevar acabo si no es con mucha constancia.

Jamás creas los halagos que no te mereces. 

Nos gusta el éxito. Pero aún no hemos llegado.